Después de una noche idílica repartida entre alcohol risas y algún que otro roce entre nuestros cuerpos
por fin estábamos ahí a solas el uno frente al otro, sentí que era el momento, vi la luz verde en el semáforo y me dispuse a juntar nuestros labios pero algo me detuvo, algo me paralizó, como si hubiese caído en la casilla de 71 turnos sin tirar, y claro... tú no moviste ficha, te alejaste despacio como si no quisieras marcharte.
Finalmente nos quedó una sensación amarga pero no llamó al día siguiente, ni al otro, es más no volvió a llamar.
oh, ruben, te dejé claro que aquello solo fue una noche loca...
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