Habito
un cuerpo que lleva un corazón a rastras, hecho de despojos, de manos vacías que retuercen esperanzas.
Me he
convertido en ese tío grotesco que me negué a ser en el pasado.
Ahora
soy ese tipo, ése, que escucha algo que tiene voz propia y no quiere callarse, que se marea con las
vueltas que le da esta puta vida que le ha tocado vivir y que se llena y se
vacía de ojos que, a veces, se quedan a ver qué pasa.
En definitiva, un tipo que se llena y se vacía de sí mismo.
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